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Casimiro Alcázar Sánchez-Román  Casimiro Alcázar, don Casimiro el médico, pudo haber sido don Casimiro el artista. Siempre amó al arte y cuando tuvo ocasión cultivó la pintura demostrando que tenía cualidades para trasladar o un lienzo la belleza contemplada de un paisaje, de una ciudad o, más frecuentemente, de un pueblo. Nunca se decidió a colgar sus obras en una exposición, es pintor para él mismo y sus cuadros están en su casa, en las casas de sus amigos y, sobre todo, en las de sus hijos para compartir el encanto de la expresión personal y amorosa.
Como tantos otros pintores de Mora de las penúltimas generaciones, sus primeros pasos por el aprendizaje los dio con la guía de doña Rosa Pombo, que procuró inculcar a sus alumnos no sólo la manera de dibujar y pintar, sino el amor al arte. Pero después
de esa enseñanza inicial, que únicamente morcó pautas esenciales, Casimiro, que ya había demostrado su capacidad de superación en la profesión que ha sido eje de su vida, se hizo desde la autodidáctica, pintor, descubriendo técnicas nuevas, oro con la espátula, oro con el pincel para llevar a su ámbito íntimo una perspectiva andaluza o un rincón manchego. La cal, es decir, la difícil prueba de pintar los blancos- está presente a plena luz del día en muchos de sus cuadros; pero eso no le impide, a veces, buscar lo lluvia y la noche para recrear una rua compostelana por la que el moracho Casimiro Alcázar Sánchez-Román, don Casimiro el médico, se vuelve peregrino de su propia vida intensamente vivida como profesional de la medicina, pero en la que siempre ha encontrado un espacio y un tiempo para la pintura.
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